Existen actualmente un sinfín de desigualdades entre los distintos géneros, y el campo de la salud mental no se encuentra ajeno a esta realidad: desde los sesgos a la hora de diagnosticar, la manera de abordar las disidencias dentro de un consultorio médico, hasta las consecuencias psíquicas que generan los estereotipos y los “chips” que las mujeres tenemos preimpuestos socialmente.
Si bien es verdad que durante los últimos años hubo un avance considerable en la sociedad, tanto en el consultorio, en la cotidianeidad y en los medios de comunicación, aún se pueden visualizar muchas situaciones que nos demuestran que, en la práctica, se siguen sosteniendo conductas poco respetuosas de la diversidad, así como pocos profesionales de la salud mental que basen su práctica en la perspectiva de género.
Cotidianamente nos encontramos con ejemplos concretos de cómo impactan los estereotipos de género en la salud mental femenina: La mujer pide a la pareja que vaya al supermercado a realizar la compra semanal, pero quien realiza el menú semanal, el chequeo de lo que falta en la alacena y la lista es esa misma mujer, a este ejemplo podemos sumarle las responsabilidades por la crianza de los y las hijas, en donde la gestión de la cotidianeidad de esas infancias queda a cargo casi exclusivamente de la mujer, siendo el hombre el ejecutor de alguna de esas tareas de cuidado previamente planificadas por la madre. Esto nos demuestra que si bien actualmente, en algunos casos, las actividades domésticas y de crianza se dividen entre madres y padres, aún la mujer es quien generalmente porta con la carga mental de la gestión del hogar.
Históricamente, la organización familiar, las tareas domésticas, escolares y el cuidado de enfermos, entre otros, suelen recaer más en las mujeres. Si tomamos en cuenta que muchas de ellas son también trabajadoras y/o profesionales por fuera de casa, estas tareas hacen que la lista diaria se multiplique y genere mayor agotamiento y estrés.
En esta línea, también se continúa evidenciando actualmente la ansiedad que se genera en las mujeres por el concepto errado de perfección. Lo que desde pequeñas nos enseñan, tanto a nivel familiar como social, es que la mujer debe ser una exitosa profesional, buena madre, lucir siempre arreglada, tener una casa perfecta y ser, además de todo, la ama de casa ideal. Esas exigencias son las que enfrentan las mujeres con el paso de los años. Sin embargo, todos estos requerimientos no hacen más que generar ansiedad y frustración dado que este ideal por la perfección es imposible de sostener.
Socialmente tenemos ciertos “chips” impuestos en relación a lo que nos corresponde hacer y lo que no, y cómo debemos comportarnos o lucir. ¿Cuántas veces hemos escuchado que la “histeria” es un rasgo característico de las mujeres? Este es un típico sesgo en donde se normalizan o no las conductas según el estereotipo de género. “Una razón por la que las mujeres saludables son etiquetadas como trastornadas es que ellas se niegan a jugar el tradicional rol femenino”, decía Kaplan allá por 1983.
Las mujeres llevan adelante una extensa lucha a lo largo de la historia cuyo objetivo es la igualdad y cada 8 de marzo conmemoramos su participación en la sociedad y su desarrollo íntegro como persona. Proteger la salud mental no puede quedar fuera de esta importante fecha para afrontar las diversas y difíciles situaciones vitales y así, mejorar la calidad de vida de las mujeres en esta compleja sociedad que aún se encuentra en proceso de cambio.
Lic. Carolina Bermúdez, Psicoterapeuta de Grupo Ineco y docente de grado y posgrado en la Universidad Favaloro.
Columna publicada en La Nación: https://www.lanacion.com.ar/opinion/estereotipos-de-genero-y-la-salud-mental-de-las-mujeres-nid10032022/