La anosmia es una de las secuelas que puede persistir luego de haber atravesado un cuadro de coronavirus; cómo la falta de este sentido afecta la vida cotidiana.
“El olor a tilo me recuerda a mi niñez, cuando veraneaba en Mar del Plata. Este año floreció en noviembre, y yo, por primera vez en años, no recordé ese momento”, reflexiona Esteban de Apellaniz. Tiene 61 años y perdió el olfato y el gusto en mayo del año pasado, como consecuencia de haber padecido Covid-19, y aún no lo ha recuperado del todo. Como el olor a tilo para Esteban, los aromas, según indican los especialistas, tienen una profunda conexión con las emociones, y son capaces de evocar recuerdos profundos. En psicología se conoce como “el efecto Magdalena”, por una escena de En búsqueda del tiempo perdido, de Marcel Proust, en la que el protagonista moja una magdalena en un té y esto desencadena un recuerdo de su infancia. “Cuando perdí el olfato, se apagó una parte del mundo”, lamenta De Apellaniz.
En estos casi dos años de pandemia, para muchas personas el mundo perdió parte de su magia. Antes del Covid-19, pocos miembros de la comunidad científica le prestaron atención al sentido del olfato. En parte porque alegaban que su falta no afectaba la calidad de vida de la persona, y en parte porque la anatomía del sistema olfativo es mucho más compleja que el resto de los sentidos: el sistema visual tiene tres receptores, mientras que el olfativo, cerca de 400. “Hay una heterogeneidad anatómica que hace que sea muy difícil estudiarlo, además tiene componentes muy subjetivos”, explica a LA NACIÓN Magalí Passini, neuropsicóloga en Ineco. Tampoco era un problema frecuente, la anosmia (pérdida de olfato) era una patología que, según indican los expertos, afectaba a solo un 5% de la población mundial. Sin embargo, la crisis sanitaria trastocó el panorama: esta afección es una de las secuelas de lo que se conoce como Covid largo.
Aunque siempre se creyó que el ser humano no posee un olfato muy desarrollado, en realidad puede diferenciar hasta un trillón de aromas diferentes. Así, este sentido es primordial para muchos aspectos de la vida, a pesar de que muchas veces pase inadvertido.
A comienzos de la pandemia de coronavirus, un conjunto de científicos de todo el mundo fundaron el Global Consortium for Chemosensory Research (Consorcio Global para la Investigación Quimiosensorial), para comprender la relación entre el Covid-19 y los problemas quimiosensoriales (olfato y gusto). Valentina Parma, psicóloga cognitiva de la Universidad de Padova en Italia y presidenta de la asociación, relató a LA NACIÓN algunas de las conclusiones que extrajeron de los cuestionarios hechos a más de 40.000 personas de todo el mundo: “La gente tiende a estar conmocionada, sorprendida. Pero también preocupada en saber cuándo recuperarán el olfato”. Aunque para la mayoría regresa después de semanas, para otros pueden pasar meses e incluso años antes de volver a la habitualidad.
Parma explica que muchos pacientes “tienden a reportar cambios en la forma en la que comen y que disfrutan de la compañía de otros”. Eileen Holmberg tiene 26 años y lleva casi un año sin recuperar el olfato, después de haber tenido Covid. Para ella, lo más difícil también es la alimentación. “Salir a comer ya no es un programa divertido, no quiero pagar tanta plata por algo que no puedo percibir”, se queja.
La quimiosensibilidad engloba el sentido del olfato y el gusto, ya que la percepción adecuada del sabor de los alimentos demanda una función olfatoria normal, lo que indica que la información proveniente de estos dos receptores se relaciona en algún sitio a nivel del sistema nervioso central. El gusto y el sabor (dulce, salado, ácido, amargo y umami) no son necesariamente lo mismo, a pesar de que se suele usarlos de manera parecida. El olfato influye en la percepción del gusto de los alimentos.
Estudios hechos en Estados Unidos y Noruega –por nombrar algunos– han demostrado que el ser humano tiene la capacidad de percibir la información nutricional de los alimentos a partir del aroma, lo que puede desencadenar el apetito y la elección de la comida. La mayoría de las personas con anosmias reportan alguna dificultad en relación con la comida.
Sin embargo, Holmberg aprendió a disfrutar la comida de otra manera, sentir cosas diferentes como las texturas, la crocancia de las papas fritas o la oleosidad de la comida chatarra. “Te das cuenta de que no es lo mismo comer lechuga y zanahoria todo el día que comer una hamburguesa. Hay una reacción corporal, de pura química cerebral que produce tu cerebro cuando le das grasa y azúcar”, explica.
Passini nombra también una correlación entre la anosmia y la depresión, ”lo cual demuestra la falsedad de la antigua afirmación de que la anosmia no afecta la calidad de vida”. Francisco Idiarte Borda tiene 30 años, es uruguayo y perdió el olfato por tres meses luego de contraer Covid-19 en 2020. “Durante la cuarentena me sentí muy deprimido, y la pérdida de olfato fue una de las causas. Las experiencias pierden un poco de calidad. Ir a la playa sin olor a mar, al parque sin olor a pasto, comer una mandarina sin olor….”.
En un estudio publicado en 2009 en el American Psychology Association (APA), las personas con anosmia tuvieron resultados más altos que el grupo de control en el inventario de depresión de Beck, un cuestionario usado para medir la severidad de esta patología.
“Volvió de manera gradual estuve dos meses sin oler la mayoría de las cosas, porque en general no vuelve todo junto. El primer olor que volví a sentir fue a la segunda semana de mi aislamiento, cuando mi madre me trajo unas empanadas caseras. Las empanadas de mi mamá son mi comida favorita, y es un olor que me remonta a mi infancia, y a todas las veces que mi familia quiere agasajarme. Fue como que me volvió el alma al cuerpo”, relata Idiarte Borda.
El olfato tiene la habilidad de transferir y regular las condiciones emocionales, y de esta manera impacta las relaciones sociales. Esto se relaciona con que parte del sistema olfativo se encuentra en la amígdala y el hipotálamo, zonas del cerebro que se relacionan con las emociones. “[El olfato] Es importante para nuestras relaciones con otros seres humanos, para la relación madre-hijo, para las parejas, y hay evidencia preliminar que sugiere que para las amistades también”, explica Parma, quien también publicó un estudio al respecto el año pasado. Esta es la razón por la cual muchos de los olores se relacionan fuertemente con recuerdos, y son capaces de desencadenar fuertes reacciones emocionales.
Hay reportes de personas que al perder el olfato por coronavirus, dejaron de sentir atracción sexual por su pareja. Valentina, de 34 años, reconoce que durante el tiempo que estuvo con anosmia no sintió el mismo deseo sexual hacia su pareja: “No entendía por qué, pero no me atraía de la misma manera. Puede haber sido que no olía, o por mi estado anímico”, reconoce. Sin embargo, todo volvió a la normalidad cuando recuperó su olfato.
En un trabajo realizado en Alemania en 2018 por la Universidad Técnica de Dresden , el 29% de los participantes con pérdida de olfato reportó tener pérdida de interés sexual. La relación entre el olfato y la atracción sexual es conocida desde hace años. Más de un estudio ha demostrado que la fragancia natural de una persona era el factor más determinante para la atracción sexual.
En un caso de estudio elaborado por el Centro de Ginecología y Sexología Médica Alessandra Graziottin, en Milán, se explora el caso de una mujer italiana que perdió su deseo sexual al perder el olfato: “Sin la habilidad de percibir el aroma y las feromonas de su pareja, un componente prominente de su atracción sexual hacia él, y de su libido, se perdió”.
Melanie Shulman usó perfume todos los días durante los seis meses que no pudo oler. “Oler bien es muy importante, y aunque yo no podía oler, sabía que otros me iban a sentir”, admite entre risas. Reconoce intuitivamente la importancia social e intuitiva de oler bien, e irónicamente, su perfume fue el primer aroma que sintió cuando desapareció su anosmia. No tuvo la misma suerte Irina Gamba cuya anosmia ya no está, pero su quimiosensibilidad no regresó de la misma manera: sufre de parosmia, es decir, una distorsión de olores y sabores. “Los perfumes tienen olores desagradables, me cuesta mucho, porque lo que le parece rico a todos a mí me da náuseas, no me gusta más el chocolate, el asado tiene un gusto horrible”.
El único tratamiento disponible por el momento para recuperar el olfato o tratar la parosmia es reentrenarlo. “Dedicar 5 minutos al día a oler cuatro olores de manera intencional, y ser constante”, aconseja Parma.
La mayoría de las personas entrevistadas por LA NACIÓN, afirmaron haber tenido algún incidente doméstico por su falta de olfato. “Se pierde un sentido esencial de alerta”, afirma Passini. Una tarde mientras arreglaba un artefacto doméstico, De Apellaniz, casi prende fuego su hogar: “No me di cuenta de que se incendiaba, porque no lo podía oler, recién reaccioné al ver el humo”.
“Lo más difícil es no saber si lo que como está en buen estado, especialmente los lácteos”, se lamenta Gamba, quien también tuvo una serie de accidentes domésticos como quemar los mangos plásticos de la sartén sin darse cuenta.
Nota publicada en: https://www.lanacion.com.ar/sociedad/desde-la-alimentacion-hasta-el-deseo-sexual-las-inesperadas-complicaciones-de-perder-el-olfato-por-nid21012022/