Días atrás, Patrick McGorry, referente internacional en psiquiatría de adolescentes y jóvenes, expresó en Twitter su preocupación a raíz de un artículo publicado en The Irish Times en el que diferentes profesionales de salud mental manifestaban que, a pesar de las campañas de concientización, los índices de alteraciones mentales moderadas y graves, de autolesiones y de ideación suicida entre los jóvenes están aumentando. McGorry aseguró que esto está ocurriendo en todo el mundo y se preguntó por qué es tan escasa la respuesta que existe en relación a ello.
La adolescencia y la transición a la edad adulta es un período dinámico y sensible desde el punto de vista del desarrollo. Las personas de 10 a 24 años constituyen una cuarta parte de la población mundial. La mala salud mental representa la principal amenaza para la salud, el bienestar y la productividad de estas personas, ya que el 50% de los trastornos mentales aparecen durante la adolescencia y el 75% si extendemos esta etapa hasta los 25 años.
Las alteraciones de salud mental durante el período que va de la pubertad a la edad adulta interrumpen una serie de hitos vitales relevantes: la formación de la identidad y las relaciones, los logros educativos y profesionales, la independencia económica y el logro de la autonomía. Asimismo, durante la transición de la infancia a la adolescencia aumenta la prevalencia al trastorno depresivo mayor, que causa un deterioro significativo del funcionamiento social, laboral y educativo, y de la calidad de vida.
Los bajos indicadores sociales a largo plazo también son consecuencia de la depresión en la adolescencia, dado que se corre un mayor riesgo de abandonar la enseñanza secundaria y de desempleo. Los adolescentes que sufren depresión tienen 2,5 veces más probabilidades de continuar padeciéndola y de desarrollarla en la edad adulta que los que no la tienen.
Hay indicios de que los adolescentes afrontarían un incremento en la vulnerabilidad y necesidad de atención, tendencia que aumentó con la pandemia de Covid-19. Esto representa un desafío para la salud pública, que no sólo exige una comprensión profunda sobre las formas de prevención, sino también una reforma urgente en las estrategias de atención, con la consecuente inversión para poder ofrecer una respuesta adecuada y basada en evidencia. Los adolescentes tienen bajos niveles de accesibilidad a una atención de salud mental de calidad.
Se requiere de un diagnóstico temprano para poder establecer un tratamiento oportuno, sin embargo, los jóvenes y sus familias suelen navegar por un sistema incapaz de poder brindárselo.
Se deben repensar los dispositivos existentes para ello, respetando los perfiles culturales y de desarrollo de esta población, reconociendo la existencia de problemas biopsicosociales complejos, con la habilidad de registrar patrones sintomáticos y las frecuentes comorbilidades en esas edades. Los servicios de atención tienen que ser accesibles, insertos en la comunidad, sin prejuicios ni estigmatización, con un perfil inclusivo para la familia y las amistades.
El 13 de enero es el Día Mundial de la Lucha contra la Depresión. Si pensamos en población adolescente, bregaría por no pensar en términos de lucha sino del inicio de acciones tendientes al desarrollo de dispositivos adecuados para su atención. Ya no se trata de insistir en el reconocimiento de la problemática sino de actuar para no seguir preguntándonos: “¿Por qué tan escasa respuesta?”.
Fabián Triskier es Médico psiquiatra del Departamento Infanto Juvenil de INECO