Uno de los rasgos distintivos del autismo es la escasa interacción social. A menudo, son los padres los primeros en advertir síntomas de autismo en sus hijos. Cuando a un bebé no le gusta que lo abracen o no mira a los ojos cuando lo miran a él, o cuando no responde a las expresiones de cariño, a las caricias o a las sonrisas, debería ser un motivo de alarma para los padres.
Muchos niños autistas no demuestran preferencia por sus padres sobre otros adultos y no pueden desarrollar una amistad con otros niños. Los niños autistas pueden no responder a su nombre (dando la impresión de que no escuchan) y suelen no sostener la mirada de las personas que los rodean. Tienen dificultades para compartir intereses. Asimismo, tienen dificultades para interpretar lo que otros están pensando o sintiendo ya que muchas veces no prestan atención a las expresiones y los gestos de otras personas.
Muchos niños autistas efectúan movimientos repetitivos como mecerse o retorcerse, o tienen conductas como morderse o golpearse la cabeza. También tienden a empezar a hablar más tarde que otros niños y puede que se refieran a ellos mismos por su nombre o en tercera persona en vez de “yo.” Los niños autistas juegan de forma interactiva con otros niños, sino que suelen establecer un juego solitario. Muchos niños con autismo tienen una baja sensibilidad al dolor o la temperatura pero son especialmente sensibles a ciertos sonidos, a ciertas texturas, a ciertos olores, u otros estímulos sensoriales.
Es importante que si los padres detectan algunos de los síntomas enumerados a continuación, consulten con un psiquiatra infanto juvenil para que pueda evaluar al niño lo antes posible:
Trastorno de Asperger
El trastorno de Asperger comparte muchas de las características básicas del autismo. Lo que diferencia a ambos cuadros es la adquisición del lenguaje en tiempo esperable en el caso de los niños con trastorno de Asperger.
Algunos científicos consideran que el trastorno de Asperger no se diferencia claramente de un autismo de alto funcionamiento. Los niños con trastorno de Asperger, a diferencia de la mayor parte de los autistas, suelen activamente intentar “socializar” con otras personas, aunque en su mayoría lo hacen de una manera inadecuada, y les cuesta entender las normas sociales